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EL DIFICIL CAMINO A COPENHAGUE
Las negociaciones para la Cumbre de Copenhague en diciembre próximo sobre el cambio climático global están estancadas y se corre el riesgo de que los acuerdos a los que se llegue solo sean un maquillaje y se mantenga el statu quo. Uno de los principales problemas radica en cómo hacer para que “suban a bordo” los dos países más contaminantes: EEUU y China.
La cuestión es así: EEUU y los países industrializados son los principales responsables del calentamiento global en los últimos 250 años, desde la revolución industrial. Medido en términos del stock de emisiones invernadero desde fines del siglo XVIII, esos países han emitido cerca del 80% del total. Por tanto, si ahora estamos con el agua hasta el cuello por el calentamiento global, ellos son los responsables.
Es por eso que en el Protocolo de Kyoto de 1997, que planteaba reducir las emisiones hasta un cierto nivel, los países industrializados se comprometían a reducciones obligatorias en sus emisiones, no sucediendo lo mismo con los países en desarrollo (no culpables del stock contaminante) lo que incluía a la India y a China.
Ese fue el motivo (o pretexto) del rechazo a firmarlo por parte de Bush (en el 2001): “si China no tiene compromisos obligatorios, EEUU no firma”.
Ahora, en el 2010, desde el punto de vista de los flujos anuales de emisión, la cosa ha cambiado mucho desde 1997: EEUU y China emiten el 40% del total, repartidos 50-50. Ajá, diría alguien: entonces ahora sí China debe asumir compromisos concretos.
A lo que China responde no solo con el argumento del stock histórico, sino con las emisiones per cápita. En efecto, por habitante, EEUU emite cuatro veces más gases que China. Además, dice China que el 25% de sus emisiones está relacionado con exportaciones a los países industrializados. El resultado de las negociaciones entre estas dos potencias condicionará, por tanto, cualquier acuerdo global.
Hay otro problema clave. ¿A cuánto asciende el costo económico de la “adaptación” de los países en desarrollo al calentamiento global y quién debe pagar esa factura? Sucede que la “adaptación” a los deshielos, a los cambios de cultivos y al desplazamiento de las poblaciones cuesta mucha plata. Dicen los más pobres: si no somos culpables del calentamiento, ¿por qué tenemos que pagar sus consecuencias?
Es por eso que los países africanos están amenazando con retirarse de las negociaciones si no reciben US$ 300,000 millones para la “adaptación”, los que deben ser adicionales a la ayuda que hoy reciben. Otros países, como Nueva Zelanda objetan que no se haya tenido en cuenta la agricultura, donde se emite el 15% de las emisiones contaminantes. Aquí el problema es que muchos países pobres dicen que si eso se toma en cuenta, entonces se les limitarán sus opciones de desarrollo.
El fondo del asunto tiene que ver con el actual estilo de desarrollo, que privilegia el crecimiento del PBI sin tener en cuenta las “externalidades negativas” que genera. Ahora que China e India se han sumado a la “cultura científica” de los países industrializados todo se ha vuelto un tira y afloja en el que nadie quiere ceder.
Dice el New York Times que en las negociaciones actuales los países han adoptado la posición de “esperar a ver lo que hace el otro” o, dicho de otra manera, “pase usted primero con su propuesta a ver qué es lo que yo hago”. Todo esto en medio de una crisis sistémica que todavía no tiene cuándo acabar. Estamos lejos, entonces, del planteamiento propuesto por una serie de organismos internacionales, comenzando por Naciones Unidas: hay que matar dos pájaros de un tiro, atacando a la vez la crisis económica y el calentamiento global del planeta.
La reunión del G-20 esta semana en Pittsburgh va a tratar este tema. Pero es difícil augurar una salida positiva. Así vamos.
La transparencia fiscal brilla por su ausencia
En el Perú la legislación vigente obliga al gobierno a depositar en el Fondo de Estabilización Fiscal el saldo de los ingresos y egresos proveniente de los recursos ordinarios. Dicho en cristiano, si al final de año hay superávit fiscal, dice la Ley 27245, Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal, entonces ese dinero se debe depositar en el FEF.
En el 2006, 2007 y 2008 se alcanzaron importantes superávits fiscales, equivalentes al 2.1%, 3.1% y 2.1% del PBI, respectivamente. La suma equivale aproximadamente a S/. 24,500 millones, unos 8,000 millones de dólares. Así, se esperaría que el FEF cada año se vea incrementado en lo que le corresponde. Pero sucede que a fines de marzo del 2009, el saldo del FEF fue de solo US$ 1,800 millones.
El por qué de esta situación tiene algunas explicaciones plausibles y otras que no lo son tanto. Veamos las primeras. Los recursos que reciben los gobiernos regionales y locales por canon minero y petrolero quedan en su poder, aunque no se utilicen en su totalidad en el año en que se reciben. Este dinero, entonces, ya no lo tiene el MEF. Pero en términos contables forma parte del superávit fiscal.
¿A cuánto asciende? Acaba de decir el Ministro Carranza que los gobiernos regionales y locales tienen S/. 9,000 millones “ahorrados”. Por eso, dice, no es cierto que se les vaya a recortar sus respectivos presupuestos (lo cual discutiremos en otro artículo). Y a ese dinero ya le ha puesto la puntería el gobierno central, “proponiendo” por ejemplo que una parte se destine a financiar el presupuesto del VRAE.
Pero, entonces, ¿dónde está el resto de los superávits fiscales? La respuesta es que no hay respuesta clara porque, año a año, se emiten leyes que disponen que esa plata no vaya al FEF –por razones siempre “extraordinarias”-.
Así, por ejemplo, el Decreto de Urgencia 016 2009 establece que, para poner en marcha el Plan de Estímulo Económico “resulta necesario exonerar el saldo presupuestal de libre disponibilidad del Tesoro Público obtenido al final del año fiscal 2008 en la fuente de financiamiento de Recursos Ordinarios”.
En otros años, lo que se ha hecho con los saldos no ejecutados del presupuesto de inversiones (que también se contabiliza como superávit fiscal) ha sido destinarlo al presupuesto del año siguiente “para asegurar la continuidad de las inversiones”.
Pero ese no es el único destino de los superávits fiscales. Dijo el blog Ophèlimos de la Universidad Católica, a principios del 2008: “Al menos este año, no se han dado medidas excepcionales, como la creación de nuevos fondos, para utilizar los recursos del superávit fiscal, por lo que esperemos que este año, lo que se destine al FEF sea un monto de ahorro importante representativo del alto nivel de superávit alcanzado” (Cifra récord del superávit fiscal peruano, http://blog.pucp.edu.pe/item/19998). Eso no se hizo.
Lo que tenemos, entonces, es que si bien la Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal dice una cosa (que los superávits deben ir al FEF como parte de la política contra cíclica), el gobierno dispone de esos fondos como mejor le parece, a través del uso de diversos dispositivos, entre ellos los Decretos de Urgencia.
Ciertamente, algunos de esos usos forman parte de la política contracíclica, como por ejemplo, el Plan de Estímulo Económico de este año. Pero lo que brilla por su ausencia es la transparencia fiscal, a la que, justamente, hace referencia la Ley que lleva ese nombre, la misma que ha sido “perforada” varias veces. Así, los dineros del superávit no van al FEF sino que están depositados en diversas cuentas bancarias en el sistema financiero, lo que es de difícil vigilancia para quien quiera hacerlo. Urge, entonces, que se restaure la transparencia.
La transparencia fiscal brilla por su ausencia
En el Perú la legislación vigente obliga al gobierno a depositar en el Fondo de Estabilización Fiscal el saldo de los ingresos y egresos proveniente de los recursos ordinarios. Dicho en cristiano, si al final de año hay superávit fiscal, dice la Ley 27245, Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal, entonces ese dinero se debe depositar en el FEF.
En el 2006, 2007 y 2008 se alcanzaron importantes superávits fiscales, equivalentes al 2.1%, 3.1% y 2.1% del PBI, respectivamente. La suma equivale aproximadamente a S/. 24,500 millones, unos 8,000 millones de dólares. Así, se esperaría que el FEF cada año se vea incrementado en lo que le corresponde. Pero sucede que a fines de marzo del 2009, el saldo del FEF fue de solo US$ 1,800 millones.
El por qué de esta situación tiene algunas explicaciones plausibles y otras que no lo son tanto. Veamos las primeras. Los recursos que reciben los gobiernos regionales y locales por canon minero y petrolero quedan en su poder, aunque no se utilicen en su totalidad en el año en que se reciben. Este dinero, entonces, ya no lo tiene el MEF. Pero en términos contables forma parte del superávit fiscal.
¿A cuánto asciende? Acaba de decir el Ministro Carranza que los gobiernos regionales y locales tienen S/. 9,000 millones “ahorrados”. Por eso, dice, no es cierto que se les vaya a recortar sus respectivos presupuestos (lo cual discutiremos en otro artículo). Y a ese dinero ya le ha puesto la puntería el gobierno central, “proponiendo” por ejemplo que una parte se destine a financiar el presupuesto del VRAE.
Pero, entonces, ¿dónde está el resto de los superávits fiscales? La respuesta es que no hay respuesta clara porque, año a año, se emiten leyes que disponen que esa plata no vaya al FEF –por razones siempre “extraordinarias”-.
Así, por ejemplo, el Decreto de Urgencia 016 2009 establece que, para poner en marcha el Plan de Estímulo Económico “resulta necesario exonerar el saldo presupuestal de libre disponibilidad del Tesoro Público obtenido al final del año fiscal 2008 en la fuente de financiamiento de Recursos Ordinarios”.
En otros años, lo que se ha hecho con los saldos no ejecutados del presupuesto de inversiones (que también se contabiliza como superávit fiscal) ha sido destinarlo al presupuesto del año siguiente “para asegurar la continuidad de las inversiones”.
Pero ese no es el único destino de los superávits fiscales. Dijo el blog Ophèlimos de la Universidad Católica, a principios del 2008: “Al menos este año, no se han dado medidas excepcionales, como la creación de nuevos fondos, para utilizar los recursos del superávit fiscal, por lo que esperemos que este año, lo que se destine al FEF sea un monto de ahorro importante representativo del alto nivel de superávit alcanzado” (Cifra récord del superávit fiscal peruano, http://blog.pucp.edu.pe/item/19998). Eso no se hizo.
Lo que tenemos, entonces, es que si bien la Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal dice una cosa (que los superávits deben ir al FEF como parte de la política contra cíclica), el gobierno dispone de esos fondos como mejor le parece, a través del uso de diversos dispositivos, entre ellos los Decretos de Urgencia.
Ciertamente, algunos de esos usos forman parte de la política contracíclica, como por ejemplo, el Plan de Estímulo Económico de este año. Pero lo que brilla por su ausencia es la transparencia fiscal, a la que, justamente, hace referencia la Ley que lleva ese nombre, la misma que ha sido “perforada” varias veces. Así, los dineros del superávit no van al FEF sino que están depositados en diversas cuentas bancarias en el sistema financiero, lo que es de difícil vigilancia para quien quiera hacerlo. Urge, entonces, que se restaure la transparencia. |
¿Quién es el dueño de la molécula?
Hace dos días, el Premier Javier Velásquez Quesquén se reunió con los Presidentes de los gobiernos regionales de Arequipa, Cusco y Apurímac y les garantizó que el gasoducto sur andino contará con 160 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) para atender el gasoducto andino. En la reunión –donde también estuvo presente el Ministro de Energía, Pedro Sánchez- los Presidentes manifestaron su satisfacción.
La cuestión es que el Premier no puede dar esa garantía porque, según la Ley 26221 de 1993 (Artículo , el Estado es propietario de los hidrocarburos bajo tierra (in situ) pero cuando salen a la superficie son de propiedad del contratista. Así las cosas, el Premier Velásquez no puede disponer del gas, así promulgue uno o varios Decretos Supremos.
El consorcio Camisea, a través del operador Pluspetrol, ha evitado educadamente contradecir al Premier, limitándose a decir que “no se pronunciarían al respecto”. Pero el tema de fondo subsiste: los empresarios son los dueños de la molécula y los que deciden cuándo, cómo y qué se hace con los hidrocarburos extraídos.
El corolario de esta absurda ley fujimorista es que el Perú no puede tener un Plan Energético Integral de Largo Plazo, como sí lo tienen EEUU, los países de la Unión Europea, Japón, Rusia, China y todos (subrayo, todos) nuestros vecinos. Supongamos que el CEPLAN existe de verdad y plantea que, al 2021, Perú debe tener una industria petroquímica porque es necesario para nuestro desarrollo nacional, mejorar la competitividad industrial y poseer los fertilizantes necesarios para los agricultores.
Si ese objetivo se contrapone con aquellos que tiene el licenciatario, entonces no tendremos petroquímica porque ellos son, en primera y última instancia, los dueños de la molécula. Por tanto, para podernos plantear cambios en la matriz energética –que necesariamente son de largo plazo- lo importante es que el Estado tenga todas las facultades para decidir acerca del uso y destino de sus recursos naturales –en este caso energéticos- lo que pasa necesariamente por derogar el Art. 8 de la Ley 26221.
El origen del absurdo tiene una explicación: la creencia absoluta en el dogma neoliberal que las leyes de la oferta y la demanda en el mercado llevan a la asignación óptima de los factores de producción. Por tanto, el Estado debe dejarles la cancha completamente libre a los privados “que están preparados para tomar las decisiones que más les convienen a ellos y –con la ayuda de la mano invisible- a la sociedad en su conjunto”.
En el terreno de los mercados financieros ese dogma es falso (veamos, si no, la actual crisis global) y lo es de la misma manera en el estratégico campo de la energía. En el Perú, ese dogma genera los problemas actuales, ya que, como dice un reciente informe de Osinergmin (1): “las empresas del sector energía, privadas en su mayoría, han implementado una política de negocios, pero no una política energética coherente a nivel nacional, en tanto cada una de ellas toma sus decisiones en base a su propia estrategia empresarial”.
Aparte de los necesarios cambios a la Ley 26221, considero necesaria una última acotación: debe anularse la negociación del 2006 del Lote 88 y volver al contrato primigenio para que el 100% de sus reservas, actuales y futuras, sean destinadas íntegramente al mercado interno. De esa manera no tenemos que mendigar nuestro propio gas (que es además un regalo de Dios porque revirtió gratis al Estado) de 150 en 150 millones de pies cúbicos diarios.
Y nos evitaríamos el triste espectáculo de una situación digna de la mejor República bananera: que el Premier diga que el gas del país se va a destinar a tal o cual mercado, pero que en realidad no decide sobre nada porque el contratista privado es el dueño de la molécula.
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Camisea: cuarenta y no veinte |
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Dice el gobierno que si bien las reservas probadas de los Lotes 88 y 56 de Camisea solo llegan a 8.795 billones de pies cúbicos (bpc), la realidad es que hay mucho más gas. Como prueba, manifiestan que el consorcio Camisea dice que las reservas recuperables llegan a 14 bpc, las mismas que se convertirán en probadas cuando se realicen las inversiones que permitan su extracción y se amplíe la capacidad de transporte de los gasoductos.
Supongamos que así sea. ¿Es que, entonces, con los 14 bpc estaría solucionado el problema del mercado interno y se podría llevar a cabo la exportación? No. Veamos por qué.
El consumo de gas en el mercado interno para el periodo 2005-2025 fue estimado en el 2005 por el Ministerio de Energía y Minas en 4 bpc (Plan Referencial 2005-2014). Pero el crecimiento ha sido tan grande que, dos años después, en el Plan Referencial 2007-2016 el MEM corrigió la cifra: se estimó que el consumo para el periodo 2007-2026 sería de 6.1 bpc, o sea, 50% más (ver suplemento especial sobre Camisea de Otra Mirada, en www.otramirada.pe).
A pesar del aumento, dice el MEM, que el volumen total de reservas (14 bpc) permite cubrir la demanda interna por 20 años (6.1 bpc), más la exportación (4.1 bpc). Por tanto, no hay que preocuparse.
Pero eso no es así. Más bien es aquí que comienzan los problemas para el gobierno, porque no está asumiendo que el abastecimiento al mercado interno debe tener un horizonte permanente de 20 años (como establecía la legislación de 1999, con la que se firmó el Lote 88 en el 2000), sino la “tesis” del horizonte estático de 20 años, que fue la modificación introducida durante el gobierno de Toledo y que permitió que se exporten las reservas del Lote 88.
Con el horizonte permanente de 20 años, no solo hay que cuantificar los primeros 20 años, sino también los siguientes 20 años (del 2026 al 2046). Lógico. ¿Acaso vamos a invertir en gasoductos, plantas térmicas, petroquímica, gas domiciliario y vehicular para que todo se termine en el 2026?
Sigamos. Según el MEM, en el 2026 el Perú tendría un consumo de gas de 1,395 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd). Si suponemos (conservadoramente) que ese consumo permanece estático del 2026 al 2046, se consumirían 10.2 bpc adicionales. En total se necesitan, entonces, 16.3 bpc. Y, ojo. En el cálculo del MEM no se incluyeron una serie de inversiones como, por ejemplo, el gasoducto sur andino.
Por eso, el gobierno debe insistir en que el 100% de las reservas actuales y futuras del Lote 88 sean para el mercado interno, como se estableció en el 2000. La renegociación del 2006, de un lado, no respetó la estabilidad contractual firmada en el 2000 y, de otro, ha sido considerada ilegal porque se modificó una ley con un decreto supremo para permitir la exportación. Lo que corresponde, entonces, es corregir esa ilegalidad volviendo al contenido primigenio del 2000.
Eso es lo que este gobierno no está haciendo, pues se contenta con que no se exporte gas del Lote 88 (que revirtió gratis al Estado por un regalo de la Shell) solo del 2010 al 2015. Inadmisible. Hasta ahora, el gobierno ha podido decir que los problemas generados por la ilegal renegociación del Lote 88 que autoriza la exportación son responsabilidad del gobierno anterior.
Pero de ahora en adelante, el abastecimiento del mercado interno es de su entera responsabilidad. Y está yendo por mal camino.
Nota: En el artículo “Agoniza el gasoducto sur andino” se dice que la Ley 26129 prioriza dicho gasoducto. Error tipográfico: se trata de la Ley 29129. Ofrecemos disculpas.
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¿Sudamérica entre dos modelos? |
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Ese es el dilema que, según El Comercio de ayer, atraviesa a los países de la Región a propósito de las declaraciones de Alan García sobre las relaciones con Chile y Bolivia. De un lado tendríamos el llamado “socialismo del siglo XXI que tiene un proyecto expansionista” donde se encuentran Venezuela, Bolivia y Ecuador y, de otro, “un sistema democrático, moderno y de libre mercado” donde están Colombia y Perú.
¿Y qué pasa con Brasil, Argentina, Chile y Uruguay? Pues están en la categoría de “países socialistas que no han tomado posición alguna” (El Comercio, 25/9/09, p. a3). De solo leerlo ya sabemos que esto es un disparate. Cierto. Pero tiene un objetivo claro: utilizar el sentimiento nacionalista de defensa del territorio para identificar “patria” con el modelo económico. Si queremos al Perú (que García y su discurso encarnan) tenemos que mantener intactas las políticas económicas. Si no, somos “tontos útiles chavistas”.
En el terreno económico el disparate no resiste el menor análisis. Colombia es un país con políticas de libre mercado que, sin embargo, tiene un Departamento Nacional de Planeación (DNP) que diseña y controla las políticas de desarrollo económico, social y ambiental de largo plazo, en coordinación con los ministerios y los entes territoriales. Similares organismos existen en los “socialistas” Brasil, Argentina y Chile. En el Perú, el CEPLAN es ninguneado y no existe visión de largo plazo que ordene los objetivos económicos y sociales.
Colombia tiene un plan energético de largo plazo, donde juegan un rol clave las estatales ECOPETROL (hidrocarburos) e ISA (electricidad). Ambas están en el Perú (ISA compró en el 2002 las torres eléctricas) y Ecopetrol acaba de comprar Petro Tech, (la de los “petroaudios”). En Brasil el Estado tiene mayoría accionaria en Petrobrás que aquí explota petróleo en Talara y tiene el Lote 58 (al lado de Camisea).
El “socialista” Chile tiene a la estatal CODELCO, la mina de cobre más grande del mundo, que del 2004 al 2008 les dio a sus FFAA US$ 4,038 millones por la Ley Reservada (Ley 13.196). La estatal ENAP es dueña de las dos únicas refinerías y en el Perú tiene el 50% de los grifos Primax (el otro 50% es del Grupo Romero). ¿Y Petroperú y Electroperú? Muy mal, gracias.
En Colombia, la Comisión de Concertación Salarial fija el salario mínimo anualmente, teniendo en cuenta la inflación y la productividad. Lo mismo sucede en Chile, Brasil y Argentina, pero no en el Perú, donde no se toman en cuenta los acuerdos del Consejo Nacional de Trabajo.
En esos países las autoridades enfatizan que el poder adquisitivo de los asalariados gana terreno cada año, mientras que aquí se ningunea al Consejo Nacional del Trabajo, los salarios mínimos están a la merced del MEF (o sea, en nada) y la participación de los salarios en el PBI desciende todos los años (pero las utilidades sí aumentan).
En Colombia, Chile y Brasil existe un verdadero servicio civil, producto de una reforma del Estado, que establece los ascensos por méritos y homologa los sueldos de los empleados públicos. En el Perú no hay nada de eso, apenas 32 “nuevos” gerentes y, ahora, los Núcleos Ejecutores.
Y así podríamos seguir con el disparate de los “dos modelos”. Lo que sucede es que aquí se quiere seguir con el obsoleto liberalismo a ultranza (que no existe en Colombia, Chile y Brasil, si bien tienen diferencias) para garantizar el modelo primario exportador, evitando redefinir los roles del Estado para poner al medio el péndulo económico y seguir protegiendo los intereses de unos cuantos.
Se quiere agudizar la polarización de cara a las elecciones del 2011 usando ahora la “defensa de la patria” como pretexto para no cambiar nada del modelo económico. Para que todo siga igual.
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La República Lobbysta
En Colombia, la estatal ECOPETROL, recientemente modernizada, invirtió US$ 6,200 millones en el 2009, una fracción de los cuales ha venido aquí para adquirir Petro-Tech.
En Chile, la estatal Codelco, la empresa de cobre más grande del mundo, generó excedentes por US$ 4,970 millones en el 2008 y acaba de firmar un contrato con China para venderle 55,000 toneladas anuales de cobre en los próximos 15 años. En Brasil, la estatal Petrobrás ha logrado el autoabastecimiento de petróleo –produce 2 millones de barriles diarios–, ha encontrado abundantes reservas en el Atlántico y plantea invertir US$ 174,000 millones (50% más que el PBI peruano) del 2009 al 2013.
Pero en el Perú se privatizaron los lotes productores de Petroperú y el Estado no le quiso dar participación en la venta de Petro Tech ni, antes, en la compra de los grifos de SHELL, que fueron adquiridos por Primax, propiedad de la estatal chilena ENAP y el Grupo Romero. En el caso de ENAPU, después de 15 años de pedir la compra de grúas pórtico, éstas recién llegaron el año pasado. Hay muchos ejemplos más.
En sentido contrario al mundo –y en países vecinos que no tienen nada de “antisistema”–, la clase política y empresarial peruana sigue con los obsoletos preceptos del Consenso de Washington, que niegan la necesidad de redefinir los roles del mercado y el Estado. Peor aún, en los últimos años, desde la administración estatal se promueven los intereses privados en actividades estratégicas, como en Camisea, los contratos petroleros (petroaudios)y la actividad portuaria, para solo mencionar algunos.
En un reciente libro, La República Lobbysta, Manuel Dammert dice que esos hechos no son producto de la casualidad. Afirma que “la élite de esta República Lobbysta abandona desde la partida a la nación y la soberanía, superpone la función pública con la actividad privada. Utiliza la gestión pública para gestionar intereses privados globales. Su rol se reduce a obtener los ingresos que corresponden, estrictamente, a la intermediación de las estrategias de grandes negocios privados, sin que existan planes ni políticas públicas en función del interés nacional”.
Agrega: “Es una élite a la que no le interesa ser empresaria productiva, ni invertir los excedentes en ampliar la acumulación, innovar en productividad, mejorar el capital humano social e institucional. Solo busca obtener su parte alícuota del gran negocio de alguna estrategia privada que no les incumbe, no les interesa”.
Con este enfoque Dammert analiza en detalle dos sectores estratégicos en el siglo XXI: puertos y energía. Después de una prolija investigación, llega a la conclusión que los lobbystas no tienen como objetivo desarrollar los grandes ejes de integración continental, poniendo en marcha ciudades-puerto con zonas económicas de valor agregado logístico. Por el contrario, se busca liquidar a ENAPU y desarticular el sistema portuario para entregar dicha infraestructura a intereses extranjeros.
En el sector energético, Dammert demuestra que la exportación del gas de Camisea de los Lote 88 y 56 no es producto de contratos “técnicos”, sino de actividades lobbystas –desde los más altos puestos del Poder Ejecutivo–en los que ha sido “descollante figura” el ex ministro toledista, Pedro Pablo Kuczynski.
La detallada descripción de la mezcla de las funciones públicas de PPK con las de su Grupo Empresarial –que ocupan un capítulo entero– desnuda la complicada trama de intereses que han primado sobre los intereses nacionales. Resultado: el gas de Camisea (que revirtió gratis al Perú por los regalos de la Shell) ya no va a servir para las necesidades peruanas (y menos para las regiones pobres del Sur andino) sino que va a ser exportado a México.
Clara demostración que los “lobbystas” en el Poder son “intermediarios de las estrategias de grandes negocios privados, sin que existan planes ni políticas públicas en función del interés nacional”.
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No a la Jubilaciòn Anticipada
La observación del presidente García a la ley votada en el Congreso para la Jubilación Anticipada de las personas que actualmente están desempleadas y están en el Sistema Privado de Pensiones pone sobre el tapete los motivos e intenciones de los actores de este proceso.
Primero. La Ley de Jubilación Anticipada (JA) proviene de la “Comisión Especial Multipartidaria encargada del Monitoreo de la Crisis Financiera Internacional. Como tal, es apoyada por todas la bancadas.
Segundo. La Ley plantea que podrán acogerse a la JA los afiliados a las AFP –que estén desempleados 12 meses o más– con un mínimo de 55 años (para los varones) y de 50 años (para las mujeres). Para acceder a la JA la pensión debe ser igual o mayor que el salario mínimo de S/.550/mes. Si el dinero de la cuenta no alcanza ese monto, la AFP le devolverá al afiliado de inmediato y en efectivo el íntegro de los aportes que este tenga en su cuenta individual (y ya no tendrá pensión).
El plazo para acogerse llega a diciembre del 2012. Afirman que con la Ley 27617 (que rigió hasta diciembre del 2005) se jubilaron 13,000 personas y con la Ley 28991 (hasta diciembre del 2008) solo se jubilaron 300 personas.
Tercero. Las AFP están de acuerdo con la Ley de JA porque, claro, a ellos no les cuesta: “Es importante que esas personas tengan acceso a un dinero que ya es suyo”, dijo Pedro Flecha, presidente de la Asociación de AFP. Tampoco se prevé que una parte de las comisiones pagadas a las AFP por los futuros pensionistas entre en el cálculo de la pensión.
Cuarto. El gobierno (el MEF) se opone porque “se crearía un gran forado fiscal”. Afirma que la SBS dice que de 12,000 a 20,000 personas tendría una pensión mayor al salario mínimo, lo que incide en un pago de pensiones, lo que incluye el Bono de Reconocimiento (BdR), escalonado en el tiempo. Ahí no tienen tanto problema.
El problema son las 180,000 personas que no alcanzan la pensión del salario mínimo (¿será cierta esta cifra?), a las que tendría que dárseles “de golpe”, no solo el monto de su cuenta individual en las AFP, sino el íntegro de sus BdR, lo que tiene que ser pagado por la Caja Fiscal. Dice el gobierno (el MEF) que esto “generaría incentivos para las devoluciones” por un monto de S/. 2,500 millones. Y que eso no está presupuestado.
Agregan que los que reciben “todo de golpe” no van a tener ninguna pensión en su etapa de vejez, lo que hará “que recurran a la Seguridad Social generando un potencial costo fiscal por la posible demanda de beneficios adicionales por este grupo vulnerable”.
Hasta aquí los argumentos a favor y en contra. Anotemos que la “preocupación” del gobierno por los desempleados que no van a tener ninguna pensión en el futuro no tienen ni para comer, hoy. El gobierno no les da ninguna solución alternativa y les dice “esperen hasta los 65 años”. La observación a la Ley tampoco contempla alternativas para los desempleados que sí pueden tener una pensión igual o superior al salario mínimo. La posición del gobierno es NO. Y punto.
Pero hay temas claves que no se discuten, como el de los desempleados del Sistema Nacional de Pensiones. ¿Por qué pueden tener JA los que están en la AFP y no los del SNP? Lo que nos lleva al problema de fondo. ¿Qué sucede con el 70% de peruanos y peruanas mayores de 65 años que no están en ninguno de los dos sistemas y que tienen cero ingresos en sus años de vejez? Tampoco eso se discute, a pesar de que el Banco Mundial tiene estudios con el MEF para la llamada pensión social (no contributiva), que debiera comenzar atendiendo a los más pobres del campo.
Queda claro que es necesaria una reforma integral del sistema de pensiones, público y privado, para cumplir con atender a toda la población, como sucede en Bolivia, Chile, Argentina y Brasil. Y, también, que para el gobierno al fondo no hay sitio para todo lo que sea ingresos “de los de abajo”, aun si se trata de su propio dinero.
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La extraña historia del Lote 56 de Camisea |
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El contrato del Lote 56 de Camisea se firmó en el 2004. El objetivo declarado era la exportación de las reservas de gas natural que la Shell encontró en el 2000, pero que no pudo explotar y, por ello, revirtieron gratis al Estado.
Shell abandonó las reservas de 2.75 billones de pies cúbicos (bpc) porque esa cantidad no justificaba la construcción de un gasoducto a la costa (1). ¿Y por qué Shell no utilizó el gasoducto del Consorcio Camisea, que estaba en plena construcción? Porque ese gasoducto tiene una cláusula de exclusividad por un plazo de 10 años, por lo que ningún inversionista nuevo tenía libre acceso (“open access”) a ese gasoducto.
Para adjudicar el Lote 56, Perupetro llevó a cabo un “concurso por invitación” a 4 empresas: Occidental de EEUU, TotalfinaElf de Francia, Repsol de España y el Consorcio Camisea del Lote 88 (Hunt Oil, Pluspetrol, SK y Sonatrach). ¿Qué sucedió? Que los tres primeros invitados miraron el asunto y dijeron “gracias, pero no”, con los mismos argumentos de Shell. Así, la mesa quedó servida para el consorcio Camisea, como era lógico. Si alguien piensa que el “concurso por invitación” fue una farsa, lo más probable es que no esté equivocado.
En la negociación, Perupetro no le exigió al contratista ningún requisito de inversión para que busque nuevas reservas de gas, ya sea en el mismo Lote o en algún lote vecino. Nada. Lo que quiere decir que solo tenía que desarrollar las reservas probadas ya descubiertas (por las cuales no invirtió un centavo) y llevárselas a México. Increíble. Más increíble es que, como a Perú LNG le faltaban reservas para exportar, buscó cambiar la legislación para poder exportar el gas del Lote 88. Y lo consiguió.
Ahora bien, si la prioridad en el uso del gas es el abastecimiento del mercado interno, como dijo Alan García en su mensaje, ¿de dónde podría obtener gas para exportar el consorcio Perú LNG? Pues del Lote 57, de Repsol y Burlington, donde ya se han descubierto reservas de 2 bpc y que está “al costadito” de los Lotes 88 y 56. Repsol no tendría ningún problema porque ellos son los comercializadores del gas.
En efecto, el Consorcio Camisea produce el gas y se lo vende a Perú LNG (formado por Hunt Oil, 50%; SK, 20%; Repsol, 20%; y Marubeni, 10%), que lo licuefacta en Pampa Melchorita. Luego, Perú LNG le vende ese gas a Repsol, que se ocupa de todo el negocio exportador a México.
El gas y los líquidos del gas natural del Lote 57 pagan una regalía de 5% (que puede aumentar hasta el 20%, de acuerdo con la cantidad producida), a diferencia de los Lotes 88 y 56, que tienen una regalía del 37%. ¿Por qué regalías tan pequeñas y que no tienen una cláusula que las haga aumentar a medida que lo hace el precio del gas y el petróleo en el mercado internacional, como se hace en todo el mundo? Porque estamos en el Perú, pues. La Contraloría ha cuestionado este aspecto; veremos en qué queda eso.
¿De dónde más podría salir el gas para la exportación? Pues del Lote 58 y del Lote 76, si es que Petrobras y el consorcio Repsol-Hunt Oil lo encuentran. Petrobrás va a perforar su primer pozo exploratorio este año, pero del Lote 76 hay pocas noticias (y poca inversión).
Esperemos que los inversionistas tengan suerte y encuentren gas, porque las reservas del Lote 88 y 56, que nos regaló la Shell, deben quedar para el mercado interno. Eso es lo que pensamos, mas no sabemos qué sucederá, porque no conocemos lo que está negociando el ministro con los diferentes consorcios. Hay que abrir, ya, la puerta de la transparencia.
(1) Ahora se sabe, por el informe Gaffney Cline, que las reservas solo son 1.94 bpc.
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